martes, 15 de abril de 2008

Lo cortés no quita lo valiente...

A mi regreso al D.F., después de estar ausente por casi siete años, me resultó desconcertante la manera de conducir de la mayoría de mis conciudadanos. Después de algunas semanas, me fué muy fácil entender las causas principales del tráfico de esta ciudad:

a) Muchos automóviles (obvio.)
b) Elementos fortuitos (lluvia, manifestaciones, accidentes, apagones.)
c) Falta de civismo, cortesía y sentido común de los conductores.

De los tres, el primero prácticamente no tiene solución; el segundo queda fuera de nuestro control, pero el tercero es en el cual podemos tener toda la influencia posible.

Las primeras veces que yo andaba manejando ya de regreso a la capital, y durante esas largas e interminables colas detrás de un crucero, trataba de dar con la causa del porqué tanto tráfico y del lento avance de lo coches. Una vez armado con bastantes teorías, me tocaba llegar al semáforo y ser de los primeros en la fila. Y ahí podía ser testigo de la verdadera causa, la cual ustedes segúramente conocen muy bien:

Cuando el semáforo que le toca a los coches que cruzan la avenida comienza a cambiar (parpadear) del verde al amarillo, sucede el famoso fenómeno del "Acelerón". En lugar de que los vehículos frenen en la línea peatonal que les toca, tomando conciencia de que no llegarán muy lejos, deciden atravezarse a media calle y tratar de emparejar con la placa del coche que les antecede, a pesar de que saben que al hacer esto nos estorbarán a los que ya tenemos el siga y nos toca avanzar.

Así pues, durante todo un cambio de luz nadie avanza. Ni el babas de enfrente que decidió acelerar para cruzarse en frente de mí en vez de esperar en su línea, ni yo porque el babas me estorba. Además este fenómeno "Acelerón" casualmente sucede más con las camionetas.

Alguna vez le comenté a un amigo que la próxima vez que me sucediera una cosa así me bajaría de mi auto, le tocaría la ventana al conductor babas y le pediría que por favor evitara hacer semejante estupidez en cada semáforo. Pero atinádamente mi amigo me repondió: "Lo más probable es que en lugar de escucharte saquen una pistola o traten de atropellarte. Mejor no lo hagas." Y después de pensarlo creo que tiene razón.

Ahora sólo pienso que si fuéramos más sensibles a los demás no podríamos hacer semejantes tarugadas como esa del "Acelerón", pero hasta que no se despierte esa conciencia y dejemos de ver nuestro mundo de la ventana del coche para adentro, no habrá solución.

Ah, pero nada como el "pacesito a la red" los domingos para ayudar a que esa conciencia nunca despierte...

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